Fue el año en que los Tigres de Detroit ganaron las Series Mundiales; una época en la que yo era joven. El aire veraniego olía tan nuevo y limpio como la gaseosa de pomelo hundida con cubitos de hielo, efervescente bajo el cálido sol. Envoltorios de polos y melones recién cortados, a medio comer en la mesa de picnic. Era el verano del 84.