Embriagador y suave, el azahar es un aroma absolutamente fascinante. Sus revoloteantes facetas florales recuerdan las notas de jazmín, melosas y dulces. Su toque cítrico se funde a la perfección en acordes florales y añade una chispa a las notas afrutadas como el albaricoque.
La nota fragante y hesperídica del azahar deriva del naranjo amargo (Citrus aurantium), que crece en los climas soleados de Túnez, Marruecos, Italia y Egipto durante el mes de abril. Este ingrediente es especialmente caro debido a su tediosa producción; hay que recolectar una tonelada de flores de azahar para producir un kilo y medio del codiciado absoluto. Una vez recolectado, la esencia se extrae mediante el uso de solventes, lo que da como resultado el aroma suave y meloso que amamos.
Un aroma verdaderamente regio, las delicias fragantes del azahar han flotado a través de lugares destacados durante siglos, desde el Salón de los Espejos de Versalles hasta el agua del baño de la princesa Anna Maria de La Trémoille. Luis XIV era un aficionado al azahar y se decía que era el único aroma que no afligía sus notoriamente molestos dolores de cabeza. Y el amor de Versalles por el azahar continuó con María Antonieta, que disfrutaba del tónico de azahar para calmar los nervios y le gustaba que sus productos de belleza incluyeran este ingrediente.
Giorgio Beverly Hills realza el azahar, una de las materias primas más antiguas, utilizado hasta entonces en ricos acordes florales. Aquí, está en el centro de esta identificable y monolítica fragancia, que fue un éxito en la década de los 80, especialmente en Estados Unidos, donde traduce la opulencia y la exhibición del éxito personal.
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