Aunque tanto el perfume como la moda tienen una existencia milenaria, su relación no se hizo evidente hasta principios del siglo XX. Hasta entonces, los mundos de la moda y la perfumería habían existido como dos entidades separadas.
Es en los primeros años del siglo pasado cuando la alta costura descubre el vínculo poderoso entre moda y perfume. En ese diálogo entre telas, diseños y estampados, el perfume se erige como la prolongación invisible del estilo. Más allá del lujo material, el perfume encapsula una identidad, una emoción. Para las grandes maisons, lanzar un perfume no es solo una decisión comercial, sino un ejercicio artístico. Fragancia y moda se fusionan como dos lenguajes que, al combinarse, multiplican su poder narrativo.
© Chanel
¿Qué marca de moda fue pionera en lanzar un perfume?
La primera diseñadora que firmó un perfume con su nombre fue Chanel, con su mítico No5 hace más de cien años. Pero no fue ella la primera en crear una línea de perfumes, sino Paul Poiret. Cuando el couturier lanzó su colección de perfumes, llamada “Les parfums de Rosine”, no tuvo la visión de darles su nombre, con lo que fue Mademoiselle Chanel quien pasó a la historia como la primera diseñadora de moda con un perfume propio –creación del perfumista Ernest Beaux–.
Nos encontramos en 1921, un momento en el que la perfumería molecular empezaba a dar sus primeros pasos.
La relevancia de No5 va más allá del poder de Chanel como diseñadora, ya que se trata del primer perfume considerado realmente moderno al no estar concebido para imitar a la naturaleza, sino que propone un universo olfativo propio. La sobredosis de aldehídos de su fórmula da lugar a un jugo abstracto que conecta con conceptos de elegancia y libertad, ideales que conquistaron a las mujeres de la época y aún hoy lo siguen haciendo. En palabras de la propia Gabrielle Chanel: “La moda cambia todo el tiempo, pero el estilo permanece”. Al igual que un buen perfume.
A partir de entonces, este idilio entre perfume y moda no ha hecho más que afianzarse. Después de Chanel, el resto de grandes diseñadores crearon fragancias en sintonía con su filosofía creativa y espíritu de marca, hasta nuestros días.
Durante la primera década del siglo XX, los perfumes podían ser lo que su creador quisiera y no nacían por una demanda popular. Eran los grandes creadores quienes, decidían lo que las mujeres vestirían y a lo que olerían.
© Givenchy
Alta costura y perfume
Durante la primera década del siglo XX, los perfumes podían ser lo que su creador quisiera y no nacían por una demanda popular. Eran los grandes diseñadores quienes decidían lo que las mujeres vestirían y a lo que olerían.
Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de Dior, cuya fragancia Miss Dior nació en 1947 para acompañar el lanzamiento del “New Look”, completando la propuesta de estilo de Christian Dior, que entendía que debía estar acompañada de una firma olfativa.
En ese mismo año 47 nacía la primera fragancia de la casa Balenciaga, Le Dix, cuyo nombre hacía referencia a la dirección de la maison en París. Creado por el perfumista Francis Fabron, el perfume, empolvado y elegante, reflejaba la sobriedad de los diseños de Cristóbal Balenciaga, refinado, pero sin ornamentos superfluos. Y en el 48 veía la luz L’Air du Temps, una de las fragancias más icónicas de Nina Ricci, que evocaba un renacer a la vida y una nueva sensibilidad femenina.
Diez años más tarde, Givenchy alumbraba el mítico L’Interdit, no solo vinculado a su atelier de moda, sino también al universo cinematográfico, puesto que fue creado en honor a su amiga Audrey Hepburn. Es de sobra conocido cómo Hubert de Givenchy puso nombre a la fragancia tras la negativa de la actriz a que esta fuera comercializada: “¡Te lo prohíbo!”.
La revolución en la moda y en la perfumería
A partir de los años sesenta, con la irrupción de los jóvenes en la escena social, tanto perfumes como moda comenzaron a cambiar para irse acomodando a la forma de ser de la sociedad. La perfumería se abre a una etapa de experimentación, transgresión y sensualidad. Es una época marcada por las fragancias intensas, opulentas y, a menudo, con inspiración en Oriente Medio o chipres.
La revolución en contra de lo establecido toca a la perfumería, que asiste al lanzamiento de perfumes casuales, para el día a día de la mujer trabajadora o para momentos más íntimos y románticos (no olvidemos que la revolución fue también sexual). Por ejemplo, Alliage, de Estée Lauder, nació como una fragancia sport; Charlie, de Revlon, era la fragancia para la mujer urbanita y trabajadora; y para los hombres, los aromas con musk eran los más socorridos por su carga de sensualidad.
Calandre, Paco Rabanne pour Homme, Ultraviolet, 1 Million, Black XS, Olympéa e Invictus inscriben con letras de oro al diseñador Paco Rabanne en la perfumería. Su relación con este universo comienza en los años 60, gracias a la alianza entablada con Antonio y Mariano Puig, miembros de la segunda generación de la compañía Puig. Su derroche creativo ha servido para impulsar el vínculo entre moda y perfume.
En los años setenta, los perfumes estaban creados para atraer, para seducir y provocar, como el revolucionario Opium, de Yves Saint Laurent. Lejos de ser prohibido, pese al escándalo que suscitó, el perfume generó unas ventas récord en sus primeros meses a la venta. Y la gente enloqueció con la campaña, cuyos carteles fueron arrancados de las tiendas. Años más tarde, la fragancia experimentó un resurgir insólito en el año 2000, cuando Tom Ford entró a dirigir la firma. De nuevo, 30 años más tarde, Opium volvía a concentrar la atención mediática con un visual provocadoramente sexual, y hoy en día continúa siendo una de las fragancias más vendidas de la marca.
Durante los años ochenta, los perfumes tenían que ser excesivos, casi invasivos, como Giorgio Beverly Hills, Poison, de Christian Dior, Paloma Picasso u Obsession, de Calvin Klein.
Nacida como marca de moda en la década de los ochenta, Carolina Herrera también forma parte de la historia de la perfumería. Carolina, Herrera for Men, 212, CH y, por supuesto, Good Girl y Bad Boy son algunas de sus fragancias más exitosas. De hecho, Good Girl ostenta el número uno en el ranking de fragancias femeninas más vendida a nivel mundial.
La década de los 90, fue la calma tras la tormenta de los excesos ochenteros. Los perfumes, igual que la moda, apostaban por el minimalismo. Las fragancias fueron más osmóticas, puras, antisépticas. De ahí perfumes como Horizon, de Guy Laroche; CK One, de Calvin Klein; y Paco, de Rabanne. Aunque siempre hay excepciones, como demostró Jean Paul Gaultier cuando en 1993 lanzó su primer perfume, Classique, una fragancia que jugaba con la sensualidad femenina y con los códigos de la provocación, al que siguió en 1995 la pareja masculina, Le Male, un auténtico fenómeno de ventas internacional.
Bienvenidos a una nueva era en la perfumería
El siglo XXI se inicia como una etapa de múltiples versiones de una misma fragancia (lo que se conoce como flankers), de la reformulación de perfumes clásicos y de explorar nuevos terrenos olfativos como las fragancias absolutamente sintéticas.
Es el caso de los perfumes de Comme des Garçons, marca japonesa de moda conocida por su enfoque conceptual, vanguardista y deconstructivo, con fragancias gourmand que evocan aromas de comida; o bien, el rescate de aromas clásicos con un giro más moderno, como sucede con los perfumes de oud.
Aunque fue fundada en 1988, Maison Margiela es también exponente del nuevo estilo que marca el inicio del siglo XXI tanto en la moda como en la perfumería. Sus fragancias de la colección Replica evocan momentos, lugares o emociones a través de esencias cargadas de sensorialidad y con una puesta en escena minimalista.
Si bien hoy las fragancias reflejan el espíritu creativo de la casa de moda que las crea, ya no pretenden ser islas a las que pocas personas accedan. Buscan gustar a un público que sabe lo que quiere y que busca una fragancia que le complemente.