Seguro que alguna vez te has preguntado cómo se crea un perfume y de dónde surge la fragancia que te acompaña cada día, siendo el resultado de una alquimia mágica que es mucho más que un olor agradable.
Hasta que un perfume está listo para comercializarse, intervienen muchos actores, además de perfumistas: directores creativos, equipos de marketing, diseñadores de packaging, especialistas en regulatory (encargados de la seguridad y estabilidad de las fórmulas), sin olvidarnos de los proveedores de ingredientes, sin los cuales no sería posible crear esencias que capturan la intensidad y variedad de fragancias que nos regala la naturaleza.
Los perfumistas son los encargados de hacer realidad el concepto olfativo, una sensación o una historia a través del perfume. El creciente interés por el mundo de las fragancias ha visibilizado su figura. También, proyectos como el que tienes delante, Wikiparfum, plataforma de divulgación de la cultura del perfume que abarca a toda la cadena de valor.
Perfumes diferentes, procesos distintos
Otra manera de trabajar es la de los perfumistas internos que trabajan en exclusiva para una marca. Es el caso de Nuria Cruelles, perfumista de Loewe. “Jonathan Anderson es una persona tan creativa y tiene las ideas tan claras que es fácil trabajar con él. Ha enfocado la perfumería como está planteando la moda, desde el arte, la naturaleza, desde una perspectiva de transición, de innovar”, explica.
Y eso no es todo, porque también hay grandes compañías que crean fragancias para marcas. Perfumistas como Rodrigo Flores - Roux y Jordi Fernández, en Givaudan; Jérôme di Marino, en Mane; y Alberto Morillas y Ane Ayo, en Dsm-Firmenich, por citar solo algunos ejemplos, trabajan por proyectos en nuevos desarrollos de fragancias que luego formarán parte del portafolio de conocidas firmas de la perfumería.
“Las grandes compañías de composición tienen un gran valor en su equipo de perfumistas”, señala Agustí Vidal, de Symrise, haciendo hincapié en la colaboración que existe entre estas compañías y las firmas de lujo, cuyos perfumistas internos trabajan en sintonía con estos equipos, teniendo acceso así a una paleta más amplia de materias primas.
Caso aparte es el de la perfumería nicho, en la que la firma puede contar con un fundador y director creativo que sea además perfumista, o bien colaborar con perfumistas que hacen realidad la fragancia.
“La creación de un perfume es un proceso largo y minucioso que puede durar entre dos y tres años”, explica Gregorio Sola, Lifestyle Brands Perfumer de Puig.
Del briefing al perfume
La actividad cotidiana del perfumista dista mucho de la imagen romántica de un laboratorio lleno de frascos de esencias. Aunque es cierto que existe el órgano del perfumista (espacio en el que se guardan diferentes materias primas), los creadores trabajan actualmente frente al ordenador con una lista de ingredientes.
Químicos, biólogos, farmacéuticos… Muchos de ellos cuentan con una base científica, lo que les permite conocer en profundidad cómo se comportan los compuestos químicos de los aceites esenciales. Casi todos ellos han pasado por Grasse, cuna de la perfumería, y han dedicado años a conocer y memorizar olores. Como explica el perfumista Ramón Monegal, de los cuatro años que dedicó a formarse como nariz, los dos primeros se basaron en aprender olores hasta manejar una base de unos 2.000 ingredientes.
El reto del perfumista es trasladar una idea a una composición olfativa y que provoque una emoción. Todo se ejecuta en su cabeza, que tiene que equilibrar creatividad y ciencia para escribir una fórmula que se pasa al laboratorio donde se crea la muestra. Tras este paso, ya tenemos la primera prueba para oler y repetir el proceso tantas veces como sea necesario hasta dar con la fragancia final.
De manera paralela, hay que diseñar el frasco y el packaging con el foco puesto en la historia que va a contar el perfume. Todo debe tener coherencia para que la propuesta olfativa tenga un sentido para el consumidor y que este pueda identificar los valores de la marca y conectar emocionalmente con el perfume en cuestión.
El reto del perfumista es trasladar una idea a una composición olfativa que provoque una emoción.
Naturaleza, historia, arte, arquitectura…, ingredientes para un perfume
No nos podemos olvidar del carácter artístico de los perfumes, ADN de la perfumería nicho. Así lo reconoce Carlos Huber, fundador, director artístico y desarrollador de fragancias de Arquiste, quien nos detalla desde Nueva York cómo es el proceso creativo en una casa de perfumes independiente.
Pero, primero, pongámonos en contexto. Formado en arquitectura y restauración en universidades de México, París y Nueva York y apasionado por la preservación del patrimonio histórico, Huber da el salto al universo de las fragancias debido a su interés por los aromas del Mediterráneo y tras una mentoría junto al perfumista Rodrigo Flores – Roux. Tras este bagaje está el germen de Arquiste, firma de perfumería nicho que recrea experiencias sensoriales únicas de un tiempo y un lugar.
El nombre de Arquiste nos da pistas sobre el universo creativo al que accedemos a través de sus fragancias. Se trata de un nombre inventado que juega con las palabras “architecture, arquitectura, history, art, artista y archive”.
¿Cómo nacen las fragancias de la marca? “La inspiración o el concepto puede venir de una historia particular o de un lugar histórico”, explica Huber.
Por ejemplo, el próximo lanzamiento de la firma, A Grove by the Sea, evoca aromas mediterráneos y el pasado histórico de la isla de Lopud (Croacia), con una rica arquitectura renacentista que dota al lugar de un ambiente regio, bohemio y un tanto salvaje por su agreste naturaleza. “Históricamente era una isla productora de olivas y de aceite de oliva. Hay muchos huertos de higos y hay mucho pino, ciprés y hierbas aromáticas. En este caso, la inspiración para crear el perfume surgió de esta experiencia en la isla”, detalla.
Otras veces, el punto de partida de una nueva fragancia es el descubrimiento de una materia prima sobre la que no había trabajado antes: “La constante labor de estudio e investigación de ingredientes en mi actividad creativa hace que, a veces, surja interés por un ingrediente en particular que no he tratado antes, lo que me lleva a querer saber más sobre todo lo que le rodea histórica y sociológicamente”.
En el caso de L’Or de Louis, perfume que ha sido galardonado este año con un premio de The Fragrance Foundation, la inspiración surge de la Orangerie de Versalles, mandada crear por Luis XIV, y que era un gran invernadero que albergaba árboles de cítricos. En estas galerías llenas de árboles, los jardineros encendían hogueras para caldear el ambiente y para hacer florecer los árboles. “Las hogueras hacían que el azahar oliera más concentrado y, al mismo tiempo, había un olor a humo y a madera. Por eso, este perfume tiene un fondo de madera y una nota de humo muy sutil y encima tiene una nota de azahar muy concentrado que te lleva a la miel”, desvela.
Huber aclara que más que inventar un concepto, le gusta investigar sobre algo auténtico y real y estudiar sobre ello para redescubrirlo de alguna forma. Así es como da inicio al proyecto de una nueva fragancia para después pasar a reunir los ingredientes que van a dar lugar a la pirámide olfativa.
“La inspiración o el concepto puede venir de una historia particular o de un lugar histórico”, revela Carlos Huber, fundador de Arquiste.
A la hora de plantear la estructura del perfume, hay que decidir cuáles son las notas que van a ser el corazón del perfume, explica. Hay que elegir qué notas van a ser ornamento o van a ser más relevantes para la salida y cuáles nos van a dar los cimientos y la base para soportar todo el perfume, que tengan longevidad y buena proyección.
Esta parte del proceso se realiza en colaboración con el perfumista para ajustar con criterio experto la combinación de ingredientes en la estructura. Actualmente, Huber trabaja con los perfumistas Rodrigo Flores – Roux, Yann Vasnier y Calice Becker.
El proceso de evaluación de las muestras se realiza, en este caso, entre perfumista y director creativo, responsable de indicar hacia dónde debe avanzar la fórmula hasta decidir la finalista.
“Nos podemos tomar seis meses, un año o más hasta decidir la composición final del perfume. Pero, también, hay ocasiones en las que tal vez al mes ya estás convencido de que tienes algo bueno”, sostiene Huber, que reconoce que a veces hay ideas que quedan aplazadas y se vuelven a recuperar pasado un tiempo, cuando uno siente que está listo para llevarla hacia delante.
“En general, podemos llegar a hacer cien modificaciones hasta tener la fragancia final”, sostiene.