Ralf Schwieger

Todo empezó en Alemania, en una región boscosa cerca de Hannover. Durante el verano, el joven ayudó a los padres de un amigo a crear escaparates para una perfumería. Coleccionaba maniquíes. En la universidad, aunque podría haberse dedicado a las artes aplicadas y el diseño de joyas, optó por las ciencias naturales y se trasladó a Berlín. Durante sus estudios, se especializó en química de los perfumes. Fue admitido en la escuela Roure de Grasse, donde se inició en la profesión de perfumista. Las únicas palabras francesas que conocía entonces pertenecían al vocabulario de su cocina favorita, que él comparaba fácilmente con la composición: "En ambos casos, se actúa como potenciador de sensaciones, a menudo con especias o aromáticos, a partir de una base bruta".
Tras pasar por la cromatografía, Ralf se incorporó al equipo de fragancias finas de París. Allí desarrolló su gusto por los ingredientes que evocan la piel, como las mousses con facetas amaderadas y fenólicas, pero también las notas animales, a las que aporta un toque vintage y sofisticado.
El carácter notoriamente adictivo de sus creaciones hace que apetezca olerlas una y otra vez, sin resultar nunca recargadas, un equilibrio sutil que nunca sacia ni estanca, por lo que a menudo evita las materias demasiado de moda. Le gusta recurrir a ingredientes olvidados o a notas poco utilizadas. Es en esta paleta inesperada donde encuentra cada vez más modernidad para fórmulas que respiran y se elevan.
Anacrónico, a Ralf le gusta difuminar las fronteras de los géneros masculino y femenino en sus composiciones, porque para él, se han fijado artificialmente: "Lo que cuenta es que haya suficiente tensión para formar un núcleo de atracción". Parte integrante del equipo MANE desde 2008, Ralf ha forjado relaciones privilegiadas con marcas de nicho, al tiempo que ponía su creatividad al servicio del mayor número posible de personas. Sin tabúes ni límites, sabe hacerse accesible a través de la sinceridad.