Se inspiraba en experiencias sensoriales: el olor del cuero de una silla de montar, la humedad de un bosque tropical, la delicadeza de un té poco común.
Jean-Paul Guerlain es uno de los herederos de la Casa Guerlain, fundada en 1828, y representa a la cuarta generación.
Nacido en París en 1937, se vio inmerso en el mundo de las fragancias desde muy joven. Su abuelo, Jacques Guerlain, le enseñó desde pequeño el sutil arte de la composición. Su abuelo le introdujo no sólo en las materias primas, sino también en el rigor, el refinamiento y la firma olfativa única que ha hecho famosa a la casa: el famoso "acorde Guerlinade", con acentos de vainilla, iris, tonka y bergamota.
Jean-Paul Guerlain se incorporó oficialmente a la empresa familiar en 1955. Desde sus primeras creaciones, afirmó su estilo personal, combinando sensualidad, profundidad y modernidad. En 1959 creó Vetiver, una reinterpretación elegante y sofisticada de un clásico masculino, que obtuvo un éxito duradero.
A continuación creó una serie de obras maestras: Habit Rouge (1965), la primera fragancia oriental para hombre; Chamade (1969), dedicada a las mujeres apasionadas; Nahema (1979), un atrevido homenaje a la rosa; y sobre todo Samsara (1989), una fragancia luminosa y sensual, que marcó una de sus últimas grandes creaciones para la casa.
Jean-Paul Guerlain encarna una época en la que los perfumistas eran al mismo tiempo creadores, artesanos y poetas. Gran amante de la naturaleza, los caballos y los viajes, se inspiraba en experiencias sensoriales: el olor del cuero de las sillas de montar, la humedad de un bosque tropical, la delicadeza de un té raro.
Bajo su dirección, Guerlain conservó su alma al tiempo que se abría a los mercados internacionales, hasta su adquisición por el grupo LVMH en 1994, que marcó el final de una era familiar.
Tras dejar oficialmente la casa en 2002, Jean-Paul Guerlain siguió creando de forma independiente. Su legado artístico es inmenso. Es una de las grandes narices que han trabajado en un entorno en el que todavía se componía "à l'ancienne", con una libertad poco común y un sentido del estilo inimitable.
Jean-Paul Guerlain deja una fuerte huella olfativa, a la vez fiel a la historia de su casa y decididamente personal. Un puente entre la tradición y la invención, entre la nobleza de los materiales y la generosidad del gesto.