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Jean-Christophe Hérault

Soñar le permite recuperar ese mundo sin prejuicios y esa frescura infantil, que canalizará su semillero de recuerdos y lo convertirá en una creación.

Cuando uno conoce a Jean Christophe, queda impresionado por su voz profunda y sus entonaciones. Habla con un ritmo extraordinariamente tranquilo y constante que sugiere que elige cada palabra con cuidado, que ha reflexionado largamente sobre lo que dice, que lo que intenta transmitir ha sido perfeccionado para alcanzar su objetivo. Jean Christophe se hace entender con claridad y obliga a escuchar, esperar y creer ¿Es ése el secreto de sus perfumes? Sin duda alguna.
Jean Christophe tiene una relación muy particular con el tiempo. Con él, todo se remonta al punto de partida la infancia y así, cuando habla de cómo llegó a ser perfumista, describe un camino que fue "el fruto de un largo proceso, de una larga reflexión que comenzó cuando era niño y duró hasta mi primera experiencia profesional en el mundo de la perfumería, cuando hacía el control de calidad para Fragrance Resources en Grasse. Para mí, que venía del Oise y de París, aquello me abrió los sentidos. Era fantástico poder oler los ingredientes de perfumería, las materias primas y luego las fragancias que se producían en la fábrica. Desde entonces, he aprendido a apreciar todas las materias primas por sus cualidades intrínsecas. Ese encanto que Jean Christophe experimentó en Grasse se hace eco de los recuerdos de su infancia: "Mi padre me regaló Joop Homme de Joop y me enamoré al instante de esa fragancia. No podía explicar por qué me gustaba, pero comprendí que era una obra maestra". Depositando su fe en estos ecos arraigados en emociones que experimentó de niño, habiendo mantenido vivo al niño que llevaba dentro mientras crecía, Jean Christophe le confió a Pierre Bourdon: "Le dije que quería ser perfumista y sobre mis emociones y mi sentido de la conexión con el perfume se ofreció a formarme. Aquello fue un regalo de mi dios, de un hombre al que admiraba tanto por su talento como por sus elecciones, su erudición, su inteligencia y su elocuencia. Esperé cuatro años a que me formara". Cuatro años esperando esa inducción, pero Jean Christophe es paciente: "Durante esa espera, Pierre me animó sobre todo a oler las flores".
Cuando vienes de París, no conoces el olor de la mimosa, del jazmín, de la rosa centifolia, de los cultivares de lavanda y lavandín, incluso de las hierbas aromáticas Alimentó mi imaginación y mi pasión. También me animó a mirar los cromatógrafos para aprender y memorizar cómo se componen una base de grosella negra, una esencia de cedro o de rosa, un absoluto de jazmín. Convirtió esos cuatro años en un maravilloso periodo de aprendizaje. Entonces llegó el momento de dar el siguiente paso y aprender el oficio de perfumista: "Al final de ese periodo, Pierre me llamó a París diciéndome: Sólo te formaré si lees En busca del tiempo perdido de Marcel Proust Aquello me sorprendió por completo. Lo leí y me pareció fascinante e inquietante. Ese monumento de novela es la historia de la vocación de un artista". Se ve cómo el propio Marcel Proust se convierte en escritor Es un itinerario que abarca su amor por las artes, su sensibilidad, su imaginación, sus conocimientos, sus experiencias vitales. Sigues el proceso de su realización como artista Proust tenía un genio para contarlo todo, explicarlo todo, describirlo todo la importancia de la infancia, la relación con su madre, sus primeros amores, la cocina de Françoise, las melodías grabadas en su memoria Pierre Bourdon había entregado a Jean Christophe un espejo que le permitió liberarse Fue un Jean Christophe reconciliado con su verdadera naturaleza de soñador y de persona fácilmente cautivable por fenómenos invisibles quien inició, no sólo su aprendizaje como perfumista, sino también, como él mismo dice, una lección de vida.

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