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Germaine Cellier

A Germaine Cellier no le gustaba seguir las reglas. Las rompía, las retorcía, las reinventaba a su manera.

En un mundo de perfumes dominado por los hombres, impuso su firma, cruda y atrevida, negándose a suavizar sus creaciones para hacerlas más dóciles.
Nacida en 1909 en Burdeos, hija de un padre bohemio y de una abuela herborista, desde muy pequeña se impregnó del poder de los olores y del misterio de las esencias.
En París estudió química y se incorporó a la casa Roure Bertrand, donde perfeccionó su oficio. Pero fue en los años 40 cuando su talento brilló realmente, al cruzarse con Robert Piguet. Lejos de los ramos sabios y empolvados, se atrevió con un audaz movimiento: *Bandit *(1944), una fragancia de cuero y revuelta, inspirada en las amazonas y las mujeres pirata. Salvaje, casi animal, causó una impresión duradera.
Volvió a hacerlo en 1945 con Vent Vert para Balmain, una explosión de gálbano que dio un vuelco a la perfumería e inauguró la familia de las fragancias "verdes". Dos años más tarde, Élysées 64-83 reafirmó su gusto por los chipres correosos y, en 1948, creó Fracas, un nardo opulento e inquietante que sigue hechizando a los iconos del cine y de la moda.
Creadora por instinto, Germaine Cellier crea sus fragancias como otros pintan lienzos, con mano libre y espíritu rebelde. En su laboratorio de Neuilly, cinceló otras obras maestras: Jolie Madame para Balmain en 1953, correosa y violeta, Monsieur Balmain en 1964, un frescor alimonado precursor de las modernas eaux de toilette.
Rodeada de artistas y actores, gran fumadora y mujer de carácter, vivió su arte con pasión hasta su último aliento en 1976. Hoy, sus fragancias siguen resonando como manifiestos de independencia y modernidad.

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