Ernest Daltroff, nacido en Moscú en 1867 en el seno de una familia de origen alsaciano, era un perfumista con alma, un hombre discreto cuya sensibilidad forjó la identidad de una casa, Caron, y dejó una huella tenue pero indeleble en la historia de las fragancias. No tenía formación química ni tradición familiar en el oficio, pero sí un instinto poco común, una intuición casi musical de la belleza invisible.
En 1904 fundó Caron en París y rápidamente se rodeó de la talentosa Félicie Wanpouille, musa y colaboradora, que esculpía los frascos mientras él esculpía lo invisible. Su alianza fue silenciosa pero fructífera, alimentada por una complicidad intelectual y artística en la que cada fragancia se convertía en el fruto de un diálogo entre luz y sombra, sueño y estructura.
Daltroff no seguía las modas, las precedía e iba más allá. En 1917 creó N'Aimez Que Moi, un tierno mensaje para las mujeres cuyos amantes estaban en el frente. Luego llegó Tabac Blond en 1919, un audaz homenaje a las mujeres liberadas que fumaban y se liberaban. Sus fragancias son confidencias, atmósferas, recuerdos hechos tangibles.
Poeta de la vaguedad, juega con los contrastes: cuero y flores, suavidad empolvada e ímpetu ahumado. Hace del perfume un susurro persistente, un secreto confiado al aire. Lejos del alboroto, impone una elegancia interiorizada, casi espiritual. Cada creación es una carta de amor sin firma.
Judío en una Europa en tinieblas, tuvo que huir de Francia en 1939, dejando su obra inacabada pero inmensa. Murió en Nueva York en 1941, lejos de sus laboratorios, pero su espíritu sigue vivo en cada spray de Caron. Ernest Daltroff era el hombre del perfume interior, el hombre que embotellaba la emoción pura sin levantar nunca la voz.
Caron | Private Collection
Caron | Private Collection
Caron
Caron
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Caron
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