Dominique Ropion

Dominique está considerado por sus colegas como un gran talento, si no el mejor maestro perfumista en activo, pero reconoce abiertamente que no hay nada especialmente llamativo en su trayectoria y que la perfumería no era en absoluto su vocación: "Tardé mucho en darme cuenta de que iba a ser perfumista. En aquella época, los perfumistas estaban en un pedestal, así que nunca me lo planteé". Sólo por casualidad se convirtió en maestro perfumista, cuando otro alumno abandonó la escuela de perfumería y le ofrecieron la plaza en su lugar. Antes de aceptarla, pidió conocer a algunos perfumistas para hacerse una idea de la profesión. Habló con Jean Amic, Jean Louis Sieuzac y Pierre Bourdon. "Suelo tardar meses en decidirme, pero me dije: ¿por qué no? Me trasladé a Grasse durante tres años y luego volví a París para completar mi formación Es curioso, nunca había pensado en ser perfumista, aunque siempre me han gustado los olores".
Ahí está la palabra olor Está en el corazón del reactor de Dominique, su pasión, su núcleo Esto es lo que quiere transmitir Dominique vivió su propio aprendizaje de los olores como un viaje: "Siempre lo he olido todo. Pero nunca junté ese disfrute con la posibilidad de componer mis propias fragancias, pero siempre me ha gustado el arte, así que ¿por qué no componer con olores en lugar de sonidos o cualquier otra cosa?".
Dominique descubrió el vasto mundo de los olores Sabe instintivamente que la serendipia no es la respuesta, así que trabaja muy metódicamente. "Inmediatamente sentí que tenía que programarme para aprender cada olor antes de poder siquiera empezar a pensar en componer. Y fue un momento de inmenso placer. Aprender todos esos olores es un proceso realmente interesante, digno de cualquier psicoanálisis. Cuando aprendes un olor, la forma en que lo haces es vincularlo a todo lo que te hace pensar. Es muy profundo, muy personal, y puede llevarte muy lejos. Aconsejaría a cualquiera que emprendiera ese viaje interior insondable". Como toda curva de aprendizaje, vino acompañada de una buena dosis de errores que le enseñaron a esforzarse más. Y el poeta y soñador que viajaba por todas partes a lomos de las moléculas se convirtió en un adicto al trabajo: "No puedes ser un diletante, las moléculas no te lo permiten".
¿Qué mueve a Dominique? "Creo que es el propio perfume el que crea esa burbuja de intimidad y todos los olores que nos abren a otro mundo, nos sacan del bullicio y nos protegen en nuestro pequeño espacio Es un aerosol de emociones A menudo tengo la sensación de tragar un perfume tanto como de respirarlo Se desliza por mi garganta, mis pulmones y circula hasta mi corteza cerebral. Los olores alimentan físicamente mis pensamientos. Es un proceso vivo e intentar crear emociones en tus semejantes es una empresa casi poética. El arte de ensamblar olores, como el arte de jugar con los sonidos, ayuda a crear lazos de comunidad, religión o amor. Da confianza a quien lo lleva, acerca un poco más a las personas, invita a interesarse por los demás, aunque sólo sea para ver a qué huelen los demás. Sigo siendo un soñador, anclado en la realidad de los demás, espoleado por sus deseos Estoy muy apegado a las emociones carnosas y a los encuentros que me muestran una forma diferente de pensar. Cuando pienso en perfumes, evoco la feminidad, no una mujer, ni un libro, ni un cuadro en particular, y hago perfumes porque me encanta hablar de amor, sexualidad y libertad".
Dominique es una maestra única, una soñadora, una liberadora, una arquitecta de aromas, entregada a la búsqueda de una estética formal de la fragancia.