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Delphine Lebeau-Krowiak

Simplicidad , sobriedad , brevedad extrema : cuando todo es una necesidad , cuando todo está ahí por una razón y no se puede quitar… estética ,
simplicidad , rapidez , lo esencial.

Parc Montsouris, París, en una fría pero soleada tarde de invierno. Aquí es donde el corazón de Delphine late con más fuerza, en su adorada y maravillosa infancia sin igual, una fuente de alegría y nostalgia donde todo empezó: "Este es el reino mental de la historia de mi perfume, donde nació mi verdadero hogar, esos años de infancia totalmente despreocupados encontrando el deleite en las pequeñas cosas". Los antepasados de Delphine eran españoles e italianos. Creció en las calles que rodean el Parque Montsouris con un montón de primos. Fue una época despreocupada, llena de alegría y de compartir, tan brillante como la luz de los climas meridionales de sus antepasados.
Empezó a estudiar medicina siguiendo los pasos de su padre, pero echaba demasiado de menos expresar su lado creativo. La falta de libertad de expresión y de imaginación le resultaba demasiado dolorosa, así que confió su futuro al destino y acudió a una biblioteca, donde le llamó la atención un artículo sobre perfumistas profesionales. El perfume no existía realmente para mí antes de ese artículo. De hecho, eso era lo que me gustaba de él: descubrir algo nuevo, desconocido y misterioso. Delphine se lanzó de cabeza a la nueva aventura: estudió química, trabajó en el control de calidad de Guerlain y se matriculó en la Escuela de Perfumería Givaudan Roure. En retrospectiva, recuerda que siempre fue sensible a los olores a su manera, con un sentido del olfato estrechamente ligado a su sentido del tacto. Pero, ¿hace falta siempre una explicación racional? "Mi madre me llevaba al mercado y yo lo cogía todo para olerlo, lo que molestaba a los dueños de los puestos, que me decían que no tocara. No les gustaba y a mí me gustaba ir a las perfumerías. Tenían algo mágico, como los polvos de mi abuela, que usaba los Météorites de Guerlain. Los polvos de orris y de arroz tienen una faceta nostálgica que me encanta, sin saber muy bien por qué. Es una emoción, no es algo que pueda racionalizar o explicar, simplemente es así".
En la escuela de perfumería, Delphine encontró su tribu: "Los ocho vivíamos en una especie de burbuja en un magnífico edificio protegido de Grasse, con una gran chimenea y una amplia terraza con vistas a la parte baja de la ciudad. Bromeábamos mucho y, aunque era duro estar lejos de nuestras familias, nos lo pasábamos muy bien y éramos los mejores amigos. Eran muy estrictos. No querían que formuláramos fragancias desde el principio. Primero teníamos que aprender las materias primas básicas y trabajar los acordes, después analizar fragancias clásicas. Mientras tanto, nos moríamos de ganas de empezar, así que lo hicimos en secreto". Delphine sabía que éste era el lugar para ella. Se sentía como en casa, en contacto consigo misma, y esa confianza le dio una base sólida para afrontar todos los altibajos que iba a encontrar en una industria constantemente sacudida por fusiones y adquisiciones.

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