"El perfume es un viaje inmóvil. Puede llevarte a lugares -reales e imaginarios- al instante".
David Seth Moltz creció en una Nueva Inglaterra bañada por océanos y bosques, donde un solo frasco de Colonia ganado en un campamento de verano despertó su fascinación por los olores. Se mudó a Nueva York en 2002 con su banda, pero fue el perfume lo que acabó obsesionándole. Autodidacta, se sumergió en este universo sensorial, forjando su propio lenguaje olfativo. Kavi Ahuja Moltz, nacida a la sombra de los rascacielos neoyorquinos, viajó por el mundo de niña antes de regresar, armada con sus inspiraciones arquitectónicas. Cuando conoció a David, la alquimia fue inmediata: ella construía ciudades imaginarias, él captaba sus fragancias.
En 2007, en la efervescencia creativa de Brooklyn, dieron a luz, casi en secreto, a DS & Durga. Una casa de perfumes nacida de su unión, de sus visiones combinadas. Él, músico en busca de aromas, compone fragancias como otros escriben sinfonías; ella, arquitecta formada entre Los Ángeles y Holanda, construye las estructuras invisibles que los rodean. Juntos, conjuran los mitos olvidados de la América preindustrial y las brumas nórdicas de la vieja Europa.
En su piso de Bushwick, juguetean, experimentan y transforman la música, la naturaleza y las leyendas en raras esencias. Cada fragancia de DS & Durga es una historia, un esbozo de recuerdos enterrados, un fragmento de un paisaje de ensueño. Lejos de lo convencional, sus frascos encierran mundos: composiciones olfativas en el límite de lo tangible, donde las notas, las listas de reproducción y las imágenes esbozan historias inacabadas. De este modo, los aromas nacen como partituras musicales, mitos a medio recordar, siempre en busca de exploración.