"Mantén siempre la mente y el corazón abiertos; sé curioso".
Dana Schmitt recuerda el momento exacto en que decidió convertirse en perfumista. Durante la universidad, donde estudiaba química y francés, visitó a una amiga que estudiaba en París y recorrió el museo del perfume.
"Había toda una sección dedicada al perfumista, sobre cómo había que ser científico, creativo y tener buen olfato", recuerda. "Era perfecto para mí. Sentí que era una vocación".
En su primer trabajo, Dana encontró un puesto de principiante en un laboratorio. Un par de años después, la aceptaron en la escuela de perfumería de Givaudan.
Superar los límites olfativos es lo que más le gusta a Dana de su trabajo. "Es todo el proceso de tener una idea y llevarla a cabo", dice.
"Es un esfuerzo artístico que puede estar lleno de retos, inspirarse en el mundo que te rodea e intentar captarlo y dárselo a otras personas".