Céline Barel

A Céline le encanta todo lo relacionado con los perfumes. Su aroma, por supuesto, pero también su textura, los frascos, los colores, las evocaciones de feminidad, masculinidad, el ambiente, sus fuertes impresiones y ecos, y su poder para manipular nuestras emociones. Céline ama el perfume a su manera, esforzándose por hacer visible su invisibilidad. Le apasiona cada elemento individual que pueda traducirlo. Para Céline, los perfumes deben ser fuertes, no oler fuerte, sino ser fuertes y seguros en su misión de realzar lo mejor de nosotros mismos: "El perfume es un nuevo horizonte, una invitación Debe despertar una hipersensualidad, sobreestimular los sentidos. Los perfumes están ahí para ser escuchados, tocados, vistos, oídos y olidos. Un perfume debe provocar sinestesia Es casi como lanzar un hechizo Me encanta cuando el perfume nos transporta, no nos cuenta una historia, sino varias".
Céline siempre ha estado en sintonía con el poder del perfume Su ciudad natal es Grasse, y mientras crecía, su vida estuvo marcada por las fragancias: "Grasse estaba llena de aromas. La ciudad vivía del ciclo estacional de las plantas que se entregaban para la destilación. Eran los días del vetiver, el ylang ylang o el pachulí, cuando toda la ciudad olía igual. El marido de mi niñera trabajaba en la fábrica Roure, y cuando volvía a casa, su ropa estaba saturada de aromas destilados. No podíamos escapar de ellos, porque nos rodeaban por todas partes". Sin embargo, no fueron las materias primas de la perfumería las que primero conquistaron el corazón de Céline, sino el diseño visual de los perfumes: "Me atraían los perfumes por sus frascos y su publicidad. Admiraba tanto esas imágenes que pensaba que el vestido Diva de Ungaro, ese frasco de tonos ámbar, era simplemente precioso. Sí, los anuncios llevaban a la gente a nuevos reinos de la imaginación, el mitológico con Kouros de Yves Saint Laurent, Minotaure de Paloma Picasso y Antaeus de Chanel, o el exótico con Byzance de Rochas Ispahan de Yves Rocher Opium de Yves Saint Laurent. Siempre he pensado en el perfume en términos de moda. Para mí, el perfume era invisible, muy misterioso, atractivo, y me encantaba cuando se unía a un look de alta costura. Eso jugó un papel importante en la construcción de mi propia identidad Ivoire by Balmain, con ese nombre, el misterio, el sombrero ese perfume y la imagen que creó son la razón por la que llevo sombreros hoy en día. Amo el perfume tal y como era en el siglo XIX. Me encanta como invento que satisface una necesidad tanto de belleza como de placer. ¿Cómo se puede amar un perfume feo? Frascos que no quieres coger, fragancias transparentes que parecen más bien limpiadores domésticos, perfumes Kleenex… No me atraen lo más mínimo".