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Anne Flipo

La introspección permanente, el desnudo en bruto que permite dominar el arte de la composición, enfrentarse cara a cara con la fórmula eliminando los parámetros externos.

Entra una mujer alta y hermosa, mezcla de ángulos y curvas. Va vestida de negro, el contraste luminoso de su piel y su pelo recuerda a un cuadro clásico, quizá del Siglo de Oro holandés o español. La ropa que lleva es sencilla pero muy fina, la tela pesada y suelta, densamente negra. Respira hondo y cierra los ojos: Está contenta de estar aquí. Saborea la vida, dividiéndola cuidadosamente en espacios y tiempos separados, como burbujas, para poder amar y recargar energías, para vivir la vida al máximo. Anne es maestra perfumista. Esto significa que ha alcanzado la cima de su arte y que puede, y debe, enseñar a otros y que se esfuerza, incansablemente, por desarrollar su profesión.
¿Cómo surgió? Anne cree firmemente en la idea de que "todo lo que nos ocurre es obra nuestra". Anne es su propia fuente de creación. También es consciente. Obsesionada por comprender y abarcarlo todo, busca la lógica en su propio camino para conectar consigo misma, aprovechar su esencia, buscar la plenitud. Y este proceso lo aplica magistralmente a la creación de sus perfumes.
Anne no es matemática, pero podría serlo. El rigor de la formulación, el ensueño de los datos depositados en capas sedimentarias o que desaparecen en una nube, ordenados por un estado mental casi meditativo a un ritmo que determina una forma de armonía. Son estos principios cósmicos los que dan lugar a la "fórmula bien formada" de los matemáticos, que Ana aprendería a dominar: "Soy muy rigurosa y autodisciplinada. Probablemente se deba a mi educación, porque hasta los 15 años no me permitieron hacer otra cosa que lo que me habían organizado".
"Hoy, después de 35 años en la perfumería, sigo trabajando al mismo ritmo. La fuerza motriz en su núcleo es que entre las 2 y las 4 de la tarde no estoy activo; estoy presente y ausente; estoy en un lugar intermedio donde mis ideas pueden ir y venir. Es como un proceso meditativo muy orquestado que me permite jugar con mi cerebro: dejarlo todo entrar y dejarlo todo salir. Luego lo reviso todo y selecciono sólo lo que necesito conservar, y eso lo hago todos los días. Fuera de ese tiempo frágil y suspendido que protejo de las interrupciones, por la mañana salto al ordenador, sé exactamente cuáles son mis prioridades y lo que tengo que hacer, y por la noche, una vez que lo he olido todo, organizo la mañana siguiente". Ese rigor, esos periodos de tiempo controlados, esos círculos protectores en torno a los espacios de su mente, la ausencia de paredes, tabiques o compartimentos, los pasadizos entre todas las ideas e impresiones, son el verdadero trampolín creativo de Anne y lo que la hace única. En cuanto a la inspiración, Anne la descarta con la mano: "Ideas hay en todas partes; sólo hay que utilizarlas".

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