El maestro perfumista Alberto Morillas es el primer perfumista de la historia en recibir el prestigioso premio a la Trayectoria de la Fragrance Foundation. Su colaboración de toda la vida con químicos de investigación y desarrollo y su conocimiento enciclopédico de la historia del perfume le permiten fusionar técnicas naturales innovadoras con moléculas sintéticas revolucionarias, muchas de las cuales ayudó a patentar, para crear auténticas obras de arte.
Tras décadas de pasión inquebrantable por el oficio de perfumista, las ideas de Alberto siguen destacando. Su extraordinario viaje está vivo en sus creaciones legendarias de intrincado diseño. No es de extrañar que el Maestro Perfumista Alberto Morillas sea el primer perfumista de la historia en recibir el prestigioso Premio a la Trayectoria de la Fragrance Foundation.
Su colaboración de toda la vida con químicos de investigación y desarrollo y su conocimiento enciclopédico de la historia del perfume le permiten fusionar técnicas naturales innovadoras con moléculas sintéticas revolucionarias, muchas de las cuales ayudó a patentar, para crear verdaderas obras de arte. Con humildad, señala que aún tiene dudas. "Incluso cuando hemos aprendido todo lo que hay que saber, siempre quedan dudas. Una fórmula es como una frase bien escrita: hay miles de palabras hermosas entre las que elegir, pero lo que la hace impactante es la emoción con que se unen".
Criado en Sevilla, a Alberto se le animó a desarrollar y explorar su naturaleza inquisitiva. Sus padres, elegantes y refinados, siempre iban elegantemente vestidos. El patio de la casa de su infancia captaba los aromas como un frasco de fragancias. El joven Alberto se deleitaba con los aromas del pozo, de los nísperos, de la ropa limpia y de los jazmines de su exuberante y hermoso jardín. En el epicentro de sus vacaciones estaba el océano. Los recuerdos de la brisa marina, el inolvidable olor del Atlántico y los misteriosos secretos del mar aún le conmueven. Con una sonrisa en la cara, Alberto recuerda una vez que pasó sus vacaciones en una cabina telefónica para estar al día de un proyecto importante. Enviaba a sus hijos a comprar caramelos y con el cambio prolongaba la llamada cuando se acababa el tiempo. Los tres hijos de Alberto, ya mayores, han elegido trayectorias profesionales distintas a las de su padre a pesar de su don olfativo heredado. "Hay que tener una pasión innata por la creación. Es una vocación. Tienes que amarlo, amarlo y… amarlo".
Aunque el corazón de Alberto pertenece a Andalucía, el trabajo de su vida le trajo a Ginebra, donde su escritorio se encuentra en medio de su laboratorio. De joven, tuvo la revelación de que detrás de cada fragancia hay un diseñador. "Si un diseñador de moda no pudiera tocar y experimentar el tejido con sus manos, sería… impensable". Gran parte de su inspiración le viene de estar rodeado de sus ingredientes, y no podría imaginarse hacerlo de otra manera. Como siempre ha mirado al futuro, "¡quizá demasiado! ", admite que no duerme mucho. Hay demasiado que hacer, demasiada inspiración que recoger, desde pasear por su querido jardín con una taza de café recién hecho en la mano, hasta observar tigres en la India. Nada detiene a una verdadera mente creativa, ni siquiera el final del día.