Un toque de notas saladas transforma un acorde acuoso en una brisa oceánica, empuja un ramo de flores blancas hacia un acorde soleado y despierta nuestro paladar a una nueva adicción.
Hasta ahora, las notas saladas han sido el punto de partida de fragancias que buscan ser más originales y un poco más elevadas. En los últimos años, sin embargo, se han convertido en una tendencia imparable, imponiéndose poco a poco como el nuevo gourmand, sustituyendo en ocasiones a notas más dulces y clásicas como el caramelo.
Uno de sus usos más clásicos es evocar el océano y la brisa marina, aunque al igual que en la cocina, cada vez es más frecuente encontrar creaciones en las que se añade una pizca de sal a la composición para generar un contraste capaz de crear un nuevo tipo de adicción.