El aroma tentador del ruibarbo se combina divinamente en fragancias finas, especialmente en composiciones florales, verdes o cítricas. Es deliciosamente afrutado y ácido, con un trasfondo verde energizante y facetas florales florecientes.
Al igual que otras notas inspiradas en frutas y vegetales, el aroma del ruibarbo se recrea sintéticamente. Los perfumistas tienen una variedad de moléculas sintéticas a su disposición para recrear el aroma a ruibarbo que deseen ese día. Entre los sintéticos se incluye el famoso Rhubofix de Firmenich, o el acetato de Styrallyl, el oxirano de ruibarbo y el pirano de ruibarbo.
Un dato que puede resultar sorprendente es que el ruibarbo no siempre se ha mezclado en pasteles y tartas que disfrutar junto con un vaso de leche. De hecho, no fue hasta el siglo XVIII cuando el ruibarbo entró en nuestra imaginación culinaria. Antes de esto, su uso seguía siendo en gran parte medicinal. Originario de Siberia, el ruibarbo hizo su primera aparición en el escenario mundial cuando Marco Polo difundió la planta en sus viajes por el mundo, popularizando su uso.
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