La fresia es una fragancia floral decididamente dulce con notas embriagadoras de jazmín y azahar. Sus acentos suaves, casi afrutados, recuerdan a los cítricos, y algunos notan sus facetas frescas que provocan cosquillas en la nariz. Lejos de abrumar, la nota sintética de la fresia combina bien con las fragancias florales, aportándoles un toque verde y aireado a sus acordes.
La fresia vibrante se distingue no solo por su aroma embriagador, sino también por la colorida versatilidad de sus pétalos. El bulbo perenne nativo de Sudáfrica crece en tonos extensos de blanco, amarillo, rosa y, en ocasiones, también púrpura. Debido a la dificultad de capturar la fragancia de la flor de forma natural, la nota se reproduce sintéticamente utilizando otras materias primas. El aroma de la fresia se puede extraer utilizando la técnica de Headspace, una técnica desarrollada en los años 80 para dilucidar los compuestos de olor presentes en el aire que rodean los objetos odoríferos.
Originaria de Sudáfrica, la fresia fue documentada por primera vez por el botánico danés Christian Ecklon en el siglo XIX, quien nombró a la fragante planta perenne en honor a su amado amigo, Friedrich Freese. Se cree que la fresia simboliza la pureza y la inocencia, y por esta razón es una opción común en los ramos de novia.
Eternity es una fragancia floral fresca, que da continuidad al trabajo de Sofia Grojsman sobre el acorde rosado. Aquí el corazón floral se ha trabajado con mucha transparencia, siguiendo los valores puritanos americanos de finales de los años 80. La fresia, una flor de color blanco claro, se apoya en una nota especiada de clavel y lirio, sobre un fondo suave de sándalo.
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