La flor del eléboro está impregnada de mitos y misticismos antiguos debido a su naturaleza venenosa. Sin embargo, hay un relato popular más positivo que trata de una niña llamada Madelon, que quería adorar al Niño Jesús en Navidad. Ella vio cómo le ofrecían oro, incienso y mirra, pero como era demasiado pobre para ofrecer regalos tan lujosos, se cuenta que Madelon lloró desesperada en el campo nevado en busca de una flor para regalarle. Afortunadamente, un ángel que pasaba se detuvo para consolar a la niña e hizo crecer un arbusto de rosas blancas de sus lágrimas.