La cumarina es un excelente fijador con facetas claramente similares a la vainilla, que a menudo se mezclan como notas de fondo en una plétora de acordes de ámbar y helecho. Esta molécula sintética se asemeja al aroma deliciosamente dulce del haba tonka, con sus notas claramente cálidas de almendras caramelizadas y heno recién cortado.
Originalmente extraída de las habas tonka, la cumarina se recolectaba a través de un proceso elaborado que implicaba secar las habas cosechadas, para sumergirlas en ron durante un periodo de doce a veinticuatro horas y luego volver a secarlas. A través de este proceso, se desarrollaban cristales de cumarina en la superficie de las habas tonka. Sin embargo, el proceso resulta bastante costoso y, hoy en día, la cumarina se reproduce fácilmente de forma sintética.
La cumarina, descubierta en 1868 por el químico inglés William H. Perkin, fue uno de los primeros aromas sintéticos jamás producidos. Unos años más tarde, en 1882, Paul Parquet usó la molécula sintética para crear “Fougère Royale”, una fragancia de Houbigant (que se convirtió en H para hombre), luego Aimé Guerlain la usó para “Jicky de Guerlain” en 1889. El uso de este ingrediente fue un punto de inflexión en la historia de las fragancias y aromas sintéticos, alterando irrevocablemente la industria de los perfumes e iluminando el camino para las notas sintéticas venideras.
El perfumista Paul Parquet utilizó la cumarina por primera vez en 1882, en su creación Fougère Royale. El éxito fue inmenso y así inventó una nueva familia olfativa “Fougère”, que combina cumarina con lavanda, geranio, musgo de roble y bergamota.
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