Una nota rica, especiada y floral, que recuerda al clavel y se usa más comúnmente en las fragancias masculinas para aportar un aroma cálido y dulce a los acordes complejos. El clavo es particularmente popular por sus tonos profundos y amaderados que combinan maravillosamente con fragancias de bergamota, cítricos, lavanda, geranio terroso, almizcle, rosa o ylang-ylang.
El clavo deriva de una planta tropical que crece en los climas cálidos y templados de las Islas Molucas, Madagascar, Indonesia, Filipinas y Tanzania. Antes de que las flores de los árboles puedan florecer, los cogollos se recogen a mano y se destilan al vapor, para después secarlos al sol durante tres días. Durante este proceso de secado, los cogollos pasan de un color rosado a su característica tonalidad oscura. Sin embargo, la esencia de clavo que se encuentra en los acordes cálidos y dulces se obtiene a través de un proceso de destilación utilizando las hojas de los árboles.
A pesar de su pequeño tamaño, el clavo ha tenido un gran impacto inspirando recetas y fragancias durante siglos. En el siglo XVI, los portugueses, los holandeses y los británicos lucharon para obtener el codiciado clavo en una acalorada batalla por dominar el comercio de especias. Sin embargo, el impacto del clavo precede, por mucho, al colonialismo europeo. Durante la dinastía Han, se obligaba al séquito del emperador a masticar clavo de olor para refrescar el aliento al inclinarse ante el emperador. En la Edad Media, el clavo se convirtió en una panacea, ya que se usaba para tratar la fiebre, el olvido, la sordera, la disfunción sexual y la senilidad. Y, durante la peste negra, se sabía que los médicos se colocaban una bolsa llena de clavo de olor sobre la nariz para purificar el aire, mientras que los dentistas usaban la especia para tratar el dolor de muelas.
Indonesia, Madagascar, Filipinas, Tanzania