El benjuí ofrece aromas intensos de vainilla dulce y amaderada. Su composición a capas se despliega en facetas cálidas y melosas no muy diferentes al caramelo, la almendra o el café recién tostado. Igualmente, cuenta con sutiles notas florales que despiertan ligeros matices de clavel en tonos suaves, tenues o incluso empolvados. El benjuí es conocido por sus cualidades como fijador de perfumes, proporcionándoles plenitud y calidez gracias a sus tonos redondos y suaves como la mantequilla. Se puede encontrar más comúnmente en acordes ámbar o gourmand.
El benjuí se obtiene mediante un proceso en el que se daña deliberadamente la corteza de los árboles Styrax para extraer su resina balsámica. Primero, un cosechador trepa valientemente hasta la copa del árbol y corta la corteza varias veces conforme desciende hasta el suelo. Una vez cortado, el árbol “llorará” preciosas lágrimas de resina semilíquida. Durante un proceso de curado de seis meses, el benjuí se endurece y, tras una cuidadosa limpieza a mano, las "lágrimas" de resina se clasifican antes de extraerlas con solventes volátiles.
Junto con su aroma excesivamente cálido, las cualidades del benjuí se han celebrado a lo largo de los siglos por sus capacidades curativas terapéuticas. Entre otros útiles propósitos medicinales, su resina balsámica tiene la capacidad única de actuar como un estíptico, retardando el sangrado de pequeñas heridas. A lo largo de la Edad Media, las altas esferas de la sociedad añadían el benjuí a la intrincada selección de delicias perfumadas que llevaban en sus pomas de olor.
Esta fragancia, originalmente creada para un aceite de baño, ha emocionado a las mujeres americanas con su potente acorde especiado de clavo y canela, que realza el corazón floral y anima el fondo balsámico de benjuí, muy persistente.
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