
Desde los alabastrones griegos hasta los frascos de vidrio que conocemos hoy, los recipientes de perfumes siempre han sido objetos muy preciados. Su diseño refleja tendencias, avances técnicos y la sensibilidad de cada época.
Y, aunque es el olfato lo que hace que nos enamoremos de una esencia, es el frasco el que captura nuestra atención al primer vistazo.
Un recorrido por la historia del perfume a través de los frascos
En el mundo antiguo, el perfume se guardaba en vasijas: ungüentos en alabastro egipcio, aceites perfumados en recipientes griegos como aryballos, alabastrones, lekythos y pelikai y vidrio soplado en Roma, que democratizó el acceso a frascos más ligeros y transparentes.
El Renacimiento marca un punto de inflexión: el frasco deja de ser un recipiente y pasa a reflejar los valores de una casa. Talleres de Murano y manufacturas de porcelana crean frascos joya para las cortes europeas.
En el siglo XIX, la industrialización y el nacimiento de marcas como Guerlain y Penhaligon’s impulsan las primeras botellas diseñadas ex profeso para un perfume. A principios del siglo XX, colaboraciones con artistas como Lalique consolidan la estética moderna del frasco, ya convertido en icono cultural y pieza clave del marketing.

¿Qué es un frasco joya?
Un frasco joya es aquel cuyo diseño convierte la fragancia en un objeto precioso: cristal tallado, vidrio esmaltado, detalles metálicos, incrustaciones o tapones esculturales que evocan la alta joyería más que al packaging tradicional.
Desde los frascos de cristal Baccarat hasta el icónico L’Air du Temps, de Nina Ricci, con sus palomas entrelazadas, estos diseños se transforman en talismanes afectivos que se coleccionan y se heredan. Quien elige un frasco joya busca la sensación de poseer un pequeño tesoro, una obra de arte en miniatura que encierra historia y belleza.
Un frasco joya es aquel cuyo diseño convierte la fragancia en un objeto precioso.

Perfumes de 2025 con frascos joya
Los lanzamientos recientes confirman que muchos frascos actuales responden a los códigos del frasco joya, conquistando por igual por su diseño y su esencia.
La Bomba, de Carolina Herrera, es quizá el ejemplo más explícito de 2025: una mariposa facetada y asimétrica, creada por Pochet du Courval, concebida como un objeto de alta bisutería para el tocador.
Serpentine, de Roberto Cavalli, transforma el símbolo de la serpiente en un frasco sensual y curvo, rodeado por una serpiente dorada que se desprende y se convierte en brazalete.
Zadig, de Zadig & Voltaire, presenta unas alas que alzan el vuelo. Además, es recargable.
Con Audace, de Rochas, la feminidad poderosa se expresa a través de un frasco que adopta la silueta rotunda y glamurosa de un cuerpo femenino.

Juicy Couture actualiza su estética decorativa con Just Moi, que mantiene la identidad de charms y lazos en una versión renovada, más minimalista.
La manzana roja brillante de Nina Rouge Crush, de Nina Ricci, se convierte en un tentador frasco fetiche, reconocible y exclusivo.
La saga Perfect, de Marc Jacobs, se vuelve más lujosa en Perfect Absolute, con un frasco burdeos intenso y un tapón que parece una pieza de bisutería.
El icónico Classique, de Jean Paul Gaultier, lleva su frasco-busto a un territorio aún más barroco en la versión Divine, acentuando su estética lujosa de auténtico frasco joya.
Por último, Very Good Girl Elixir, de Carolina Herrera, reviste con un degradado rojo y negro al stiletto más deseado.